Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), ha acompañado el lanzamiento de la campaña continental ‘La vida no es mercancía, ¡se trata de personas!’ durante la vigilia de oración realizada este 7 de febrero vía zoom.
El prelado ha destacado que esta iniciativa, secundada por el CELAM, la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR), Cáritas Latinoamérica y el Caribe, a través de red Clamor, “es el rostro de una Iglesia samaritana que se acerca con corazón de mamá y se inclina ante el sufrimiento enorme que no encuentra consuelo”, por ello “no miremos para otro lado”.
Además “la red está integrada por las diversas vocaciones del Pueblo de Dios, Congregaciones e Institutos de vida consagrada, varones y mujeres que muchas veces enfrentan amenazas y persecuciones”.
Un drama muy serio
Lozano ha denunciado a las redes criminales que “operan impunemente por medio de sobornos o amenazas a quienes debieran controlar y hacer cumplir la ley. Generan dinero manchado de sangre inocente”.
“Es un drama muy serio que nos muestra la bajeza en que se consigue caer. Cuando una persona se puede comprar, ofrecer o alquilar como si fuera un objeto estamos ante un síntoma severo de descomposición social”, ha expresado.
De hecho “en muchas oportunidades los victimarios se abusan de familias migrantes y vulnerables. Por lo general son llevadas lejos de casa al principio con engañosas propuestas de trabajo o estudio, aunque no falta también el secuestro liso y llano”.
De todas las modalidades de explotación, la más cruel es la toxicodependencia, someten a las víctimas “a hacerlas adictas a alguna droga, obligándolas a prostituirse para suministrarles las dosis de sustancias según el grado de dependencia química”.
A vísperas de la fiesta de Santa Bakhita
El arzobispo argentino ha destacado que esta campaña “se inicia en vísperas de la conmemoración de Santa Josefina Bakhita, quien fue secuestrada cuando solo era una nena que no llegaba a los 9 años, y obligada a caminar descalza casi 1.000 kilómetros”.
“Fue esclavizada y vendida en cinco oportunidades, siempre torturada y maltratada, salvo la última vez. Nació el año 1869 en Sudán. Murió el 8 de febrero de 1947 a los 78 años de edad. Por el trauma que le ocasionó el secuestro y las torturas olvidó su nombre”, acotó.
Cuenta Lozano que los secuestradores la apodaron bakhita, cuyo significado en su lengua nativa significa “afortunada”, por ello cuando fue bautizada a los 21 años decidió llamarse Josefina afortunada (bakhita) “ahora por elección propia”.